domingo, 5 de junio de 2011

Huelga de amor

Hace tiempo que una idea ronda mi cabeza. Estoy repensando el amor como una de mis prácticas cotidianas favoritas y, por lo tanto, como un motor vital incontenible en mi vida.
Siempre me ha resultado muy fácil amar, enamorarme de las personas y del mundo que voy habitando; pero, es algo que aun no aprendo, no sé cuando me quieren bien, con respeto y cuidado.
Sé que es una declaración terrible, porque confesar que no sabes si te aman abre un flanco débil de uno mismo -es como ponerse un cartel que diga "juega con mis emociones, que no me entero de nada"- y porque el reconocimiento implica pasar por el dolor de constatar que te han dañado cuando amabas y lo permitiste.
A estas alturas no sé bien qué es más doloroso, si saber que te dejaste hacer daño o no haber aprendido a reconcer el amor que te tienen o no... Y es que me cuesta porque tiendo a creer sin distancia objetiva. Supongo que quien me ofrece su corazón lo hace en serio y que cuando me dicen que me quieren, pues les creo.
Una antigua amiga me dice que soy muy idealista y adolescente, que creo todo sin aplicar criterio de realidad a nada y que me reparto y comparto sin tomar ningún resguardo de cuidado conmigo.
Ella no es como yo. Es muy exitosa en su trabajo, autoexigente, competitiva, líder de equipo y muy rigurosa de sus conocimientos y tareas. Mide el compromiso con un toque de renuncia permanente, en cualquier caso que se presente. A mí en cambio, la vida me gusta sin esas horrorosas presiones de la competencia o de la demostración del valor que soy. Me gusta tomar el sol y acariciar a los que quiero, entregar el corazón aunque me lo muelan de vez en cuando. Sin embargo, el aprendizaje de poner límites y no permitir que abusen de mis sentimientos, pues no lo he hecho y creo que no es uno de los que haré dentro de los próximos días. Tengo la impresión de que mi amiga lo hizo a muy temprana edad, pero que le costó una tristeza griz - violeta que le subraya la mirada permanentemente.
Me pregunto, ¿por qué hay que poner límites y hacer declaraciones que comiencen con "no te permitiré" o algo por el estilo. Por qué es tan difícil fijarse en el otro y comportarse amante con él, cuidarlo de que mis decisiones no lo dejen atropellado y adolorido. Por qué cuesta tanto hablar sinceramente y decir "te dejé de amar" o "ya no amo de la misma forma". Por qué continuar la vida dejando que otra persona siga creyendo algo que no es o dejando que se invente lo que quiera. ¿A qué parte se va el amor cuando te olvidas de quien dices querer y lo atropellas? Uf! El amor es siempre complejo, como la vida misma, y siempre teñido de pasión. Quisiera declararme en rebeldía y dejar de amar un tiempo... algo así como una gran huelga que impida que mi corazón ame durante ese periodo. Por lo menos hasta que mi cabeza tenga las herramientas para controlar mis emociones y hormonas. Pero no puedo dejar de amar y quienes se aprovechan de mi amor, lo tienen muy claro.
Tampoco sé qué haría en el tiempo en que no esté amando, porque todas mis acciones, las más pequeñas y las más grandes, nacen de ese mismo lugar que llamo amor. Y, lo advierto, no es un lugar idílico, puesto que entiendo el amor con todos sus luces y sombras y estoy convencida que por ese todo complejo e irregular que es, es que me rechifla y motiva como lo hace.
Repensar el amor, sus expresividades y concreciones, es mi invitación permanente. Un coloquio que abrí hace años y que ahora necesito para envejecer con sabiduría.