Dile al jefe i al señor Juez del
Crimen, que hace más de cuatro años que visto traje de varón i que lo he
adoptado: 1. para resguardar mejor mi honestidad de mujer, y 2. para ganar más
con que vivir. Vestida de hombre, soi mas respetada i ningun hombre me solicita.
Así puedo trabajar sin que nadie me incomode ni me fastidie. Vestida de mujer,
no podría vivir entre hombres ni trabajar tranquila en cualquier trabajo. El
trabajo para la mujer es escaso i mui mal remunerado. Preferí buscar en otro
horizonte los medios de satisfacer mis necesidades físicas sin perturbar mis
tendencias espirituales.
Laura Rosa Zelada, a propósito del juicio que enfrentaba
por trabajar trasvestida.
Cuando era niña
imaginaba que de grande trabajaría y viajaría por el mundo. Incentivada por el
entorno, mi curiosidad y libertad fueron fraguándose con seguridad y alegría.
El mundo no parecía tocarme con su veneno en ese espacio protegido y amoroso en
que aprendí a leer, a escribir y reconocer que tenía una colita pequeñita entre
las piernas.
Por esa libertad de ser,
y porque no entendía bien esto de la diferencia entre hombres y mujeres, es que
mis primeros siete años están signados por los variados intentos de aprender a
orinar.
Primero imité a mi
padre y hermanos, luego a la gata y el perro. Invertí tardes de sol glorioso en
perseguir gallinas y patos para descubrir en ellos un modelo a seguir en esa
compleja cuestión. Curiosamente, y a pesar de los esfuerzos de mi madre,
sentarse en el baño para hacerlo era algo que me parecía muy incómodo,
soberanamente tonto.
Esta investigación me
hizo mirar mi cuerpo de otra manera. Aprender de él y, desde la intuición
desprovista de prejuicios, preguntarme qué quería ser, cómo habitar este
cuerpo, cómo entender esta diferencia que se manifestó en ese momento en el
acto de la micción.
Muchos años después –en
verdad no fueron tantos, puesto que mi curiosidad solo conoce la expansión-, el
placer me bendijo con otros grandes descubrimientos en mi cuerpo, pero entonces
ya no estaba en ese lugar blindado y el mundo y su construcción social lograron
hacerme daño por primera vez.
La sanción pública a
esas preguntas de “qué quiero ser”, “cómo voy a serlo” es demoledora y no solo
te hace daño, sino que te obliga a vivir sometida cada día al imperio del
sinsentido, de la subalternidad y el castigo de aprender obligada a reírte de
los chistes y bromas que “te corresponden” por ser mujer.
Se trata de vivir
asumiendo que debes ser feliz y construirte dentro de los parámetros que la
sociedad designa, que ganes los espacios de libertad que ella permite ganar,
que aceptes que siempre estarás en un eslabón más bajo que los hombres, que ganarás
menos que ellos en el mismo cargo laboral, que la maternidad es tu “regalo” y
debes ejercerla, que si trabajas debes aprender a vivir con la culpa del
abandono que haces de los hijos, que no tiene sentido la vida sin un hombre, que
ese hombre elegido será tu hijo mayor aunque no lo hayas parido, que el amor
para nosotras consiste en esperar un príncipe que nos “salve”… Por eso tenemos
permiso social para ser sensibles, para llorar en público de puro débiles, para
volvernos locas con los cambios de humor mensuales, para quedarnos con todo si
nos divorciamos, para encarnar las caricaturas que la cultura ha construido de
mujer abnegada o de pérfida puta.
No soy ninguno de estos
personajes y no me gusta la sociedad en que vivo… conspiro contra ella, quiero
que caiga con todos sus podridos valores y miserias…. Pero lo que quiero más,
en este día memorable, es que la mitad que sangra se libere, se empodere y se
mire como hermanas.
También es cultural
esto de las peleas entre mujeres, la competencia perversa por quedarse con el
macho alfa, por ser la más bonita, la mejor madre, la mejor amante, la más
exitosa… Uf! En fin, me declaro fracasada, me declaro agradecida de mis
fracasos y todos los aprendizajes hechos en su nombre, de los caminos que se
abrieron en cuanto asumí que me había equivocado.
Este día es para mis
hermanas, para decir que las amo, que compartimos un útero cuántico, un sistema
en el cuerpo que honra la vida una vez por mes y que me gusta tenerlo profundamente
cuidado entre mis caderas.
En este día agradezco
ese espacio de liberación que fue ganado en medio del hecho cruento que
extinguió la vida de esas trabajadoras de Nueva York. Están todas en mi sangre,
en mi útero preñado de ideas, en mi cabeza sembrada de sueños, en mi emoción
florecida y gozosa, y en mi cuerpo territorio liberado.
Hoy recuerdo que soy un
eslabón más en una larga cadena de valiosas vidas que hicieron la promesa de
cambiar el estado de cosas y que cumplieron con darme un piso sobre el cuál
atreverme a responder las preguntas que tengo desde niña.
Mi promesa es también
hacer lo necesario, volverme loca abriendo los espacios que pueda, ensayando el
amor y sus misterios para heredar aprendizajes libertarios, estableciendo
espacios de diálogos respetuosos en los que participemos con lo que somos, y generando
territorios en los que cualquier humano pueda preguntarse cómo quiere ser y ser
lo que decida ser.
Abrazo al mundo que
quiera compartir este camino difícil, placentero y bello.
Abrazo a tod@s l@s que
quieran liberarse de estos roles que nos condenan a la infelicidad y a no
conocer el amor en toda su extensión.
Todo mi amor!