viernes, 8 de marzo de 2013

Para las guerrilleras del monte de venus





Dile al jefe i al señor Juez del Crimen, que hace más de cuatro años que visto traje de varón i que lo he adoptado: 1. para resguardar mejor mi honestidad de mujer, y 2. para ganar más con que vivir. Vestida de hombre, soi mas respetada i ningun hombre me solicita. Así puedo trabajar sin que nadie me incomode ni me fastidie. Vestida de mujer, no podría vivir entre hombres ni trabajar tranquila en cualquier trabajo. El trabajo para la mujer es escaso i mui mal remunerado. Preferí buscar en otro horizonte los medios de satisfacer mis necesidades físicas sin perturbar mis tendencias espirituales.
Laura Rosa Zelada, a propósito del juicio que enfrentaba por trabajar trasvestida.


Cuando era niña imaginaba que de grande trabajaría y viajaría por el mundo. Incentivada por el entorno, mi curiosidad y libertad fueron fraguándose con seguridad y alegría. El mundo no parecía tocarme con su veneno en ese espacio protegido y amoroso en que aprendí a leer, a escribir y reconocer que tenía una colita pequeñita entre las piernas.
Por esa libertad de ser, y porque no entendía bien esto de la diferencia entre hombres y mujeres, es que mis primeros siete años están signados por los variados intentos de aprender a orinar.
Primero imité a mi padre y hermanos, luego a la gata y el perro. Invertí tardes de sol glorioso en perseguir gallinas y patos para descubrir en ellos un modelo a seguir en esa compleja cuestión. Curiosamente, y a pesar de los esfuerzos de mi madre, sentarse en el baño para hacerlo era algo que me parecía muy incómodo, soberanamente tonto.
Esta investigación me hizo mirar mi cuerpo de otra manera. Aprender de él y, desde la intuición desprovista de prejuicios, preguntarme qué quería ser, cómo habitar este cuerpo, cómo entender esta diferencia que se manifestó en ese momento en el acto de la micción.
Muchos años después –en verdad no fueron tantos, puesto que mi curiosidad solo conoce la expansión-, el placer me bendijo con otros grandes descubrimientos en mi cuerpo, pero entonces ya no estaba en ese lugar blindado y el mundo y su construcción social lograron hacerme daño por primera vez.
La sanción pública a esas preguntas de “qué quiero ser”, “cómo voy a serlo” es demoledora y no solo te hace daño, sino que te obliga a vivir sometida cada día al imperio del sinsentido, de la subalternidad y el castigo de aprender obligada a reírte de los chistes y bromas que “te corresponden” por ser mujer.
Se trata de vivir asumiendo que debes ser feliz y construirte dentro de los parámetros que la sociedad designa, que ganes los espacios de libertad que ella permite ganar, que aceptes que siempre estarás en un eslabón más bajo que los hombres, que ganarás menos que ellos en el mismo cargo laboral, que la maternidad es tu “regalo” y debes ejercerla, que si trabajas debes aprender a vivir con la culpa del abandono que haces de los hijos, que no tiene sentido la vida sin un hombre, que ese hombre elegido será tu hijo mayor aunque no lo hayas parido, que el amor para nosotras consiste en esperar un príncipe que nos “salve”… Por eso tenemos permiso social para ser sensibles, para llorar en público de puro débiles, para volvernos locas con los cambios de humor mensuales, para quedarnos con todo si nos divorciamos, para encarnar las caricaturas que la cultura ha construido de mujer abnegada o de pérfida puta.
No soy ninguno de estos personajes y no me gusta la sociedad en que vivo… conspiro contra ella, quiero que caiga con todos sus podridos valores y miserias…. Pero lo que quiero más, en este día memorable, es que la mitad que sangra se libere, se empodere y se mire como hermanas.
También es cultural esto de las peleas entre mujeres, la competencia perversa por quedarse con el macho alfa, por ser la más bonita, la mejor madre, la mejor amante, la más exitosa… Uf! En fin, me declaro fracasada, me declaro agradecida de mis fracasos y todos los aprendizajes hechos en su nombre, de los caminos que se abrieron en cuanto asumí que me había equivocado.
Este día es para mis hermanas, para decir que las amo, que compartimos un útero cuántico, un sistema en el cuerpo que honra la vida una vez por mes y que me gusta tenerlo profundamente cuidado entre mis caderas.
En este día agradezco ese espacio de liberación que fue ganado en medio del hecho cruento que extinguió la vida de esas trabajadoras de Nueva York. Están todas en mi sangre, en mi útero preñado de ideas, en mi cabeza sembrada de sueños, en mi emoción florecida y gozosa, y en mi cuerpo territorio liberado.
Hoy recuerdo que soy un eslabón más en una larga cadena de valiosas vidas que hicieron la promesa de cambiar el estado de cosas y que cumplieron con darme un piso sobre el cuál atreverme a responder las preguntas que tengo desde niña.
Mi promesa es también hacer lo necesario, volverme loca abriendo los espacios que pueda, ensayando el amor y sus misterios para heredar aprendizajes libertarios, estableciendo espacios de diálogos respetuosos en los que participemos con lo que somos, y generando territorios en los que cualquier humano pueda preguntarse cómo quiere ser y ser lo que decida ser.
Abrazo al mundo que quiera compartir este camino difícil, placentero y bello.
Abrazo a tod@s l@s que quieran liberarse de estos roles que nos condenan a la infelicidad y a no conocer el amor en toda su extensión.
Todo mi amor!

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