Hoy la tristeza y el
dolor se me han apozado en los ojos y están diluviando sin contención. Daniel
Zamudio falleció a las 19:45 de hoy martes 27 de marzo de 2012, porque su
cuerpo y energía vital no pudieron superar el daño de la brutal golpiza que
recibió. Otros jóvenes lo golpearon por cerca de seis horas y luego lo dejaron
abandonado a su suerte.
Y otra vez se me aparece
el país de mi infancia: centros de detención clandestinos, persecuciones y
abusos contra los que sentían, pensaban y soñaban distinto. Tod@s éramos
enemig@s del control y el modo de vida que implantaron en nuestra sociedad. Tengo
una imagen de mis siete y ocho años, marcada a fuego: un hombre es arrastrado
inconsciente de un lado de la calle al otro por dos sujetos vestidos con terno
y prominentes lentes oscuros. Dos niñas que regresaban a su casa del colegio se
quedaron atónitas frente a la escena, hasta que uno de los guardias las
amenazó. Una de esas niñas era yo.
En este territorio,
como en todo el planeta, se mantiene y aviva el odio contra las expresiones
humanas que no sean la uniformidad de un sistema que gobierna. En este punto no
han sido diferentes ninguno de los modelos ideológicos que han gobernado en el
planeta. La homosexualidad ha sido perseguida persistentemente, cobardemente,
odiosamente e impunemente. Muchas son las personas que diciéndose progresistas
o de mentalidad abierta, insisten en que “pueden existir, pero dentro de sus
casas, sin que nadie los vea”, como si tuviéramos derechos a opinar sobre un
tema tan personal como la sexualidad.
Muchas veces en la vida
me he enfrentado a la intolerancia y a la persecución. Alguna vez un golpe de
puño me cruzó la cara hasta desestabilizarme, pero mi inmenso amor propio y mi
rabia impidieron que cayera al suelo.
Hoy recuerdo esas –y muchas
otras- escenas de mi vida y del registro histórico de este territorio que han
dado en llamar Chile, y me aterra sentir y ver que algunos quistes de
intolerancia crecen y se expanden sin resistencia en jóvenes algunos corazones.
¿Qué será aquello que
nos impide ser felices y celebrar la felicidad de los otr@s?
¿Por qué nos cuesta
tanto aprender de los errores en nuestra larga y accidentada historia humana?
¿Por qué heredamos
nuestras trancas y miopías a los hijos e hijas que parimos con amor?
¿Por qué la diferencia,
despierta tanto miedo y rechazo en algunos?
Yo, que siempre hermano
mi corazón con los bordes, que escuchaba hablar a los insectos dentro de la
pachamamita, que siempre quise volar con alas y no pude, que besé apasionadamente
a una hermosa amiga para darme cuenta que no podría amarla como ella quería y
se merecía, que he aprendido a pedir disculpas por mis equivocaciones, que he
defendido mis convicciones hasta límites que no imaginé nunca; siempre he
actuado movida por amor y mi corazón se estruja cuando la realidad de muestra
que todavía nos queda mucho por hacer.
… Y la verdad es que
estos pajaritos con el alita rota, como decía Pedro Lemebel en una de sus antiguas
crónicas, seguirán naciendo entre los pobres, entre los muertos de hambre, en
medio de la opulencia, entre los capitalistas, entre los proletarios, entre los
subversivos, entre los ecologistas, los deportistas, los holistas y los
lineales… Seguirán naciendo y siendo lo que son, sin respeto al status quo que
dicta otra norma de comportamiento social, sin poder decidir sobre lo que son
desde siempre… nacerán para dar cuenta de la regularidad de que todas las
especies tienen un porcentaje de individuos que definen una sexualidad distinta
al resto. Nacerán para decirnos que siguen siendo aunque los neguemos o
queramos desaparecerlos.
Tengo pena y rabia por lo que pasó, por no hacer colectivamente
lo suficiente para cambiar este mundo por otro más armónico y generoso… Seguiré
poniendo mi amor en este empeño, empujaré para que vivamos de otra manera, porque
me parece que nadie debe morir por su diferencia.
Daniel sopló su vela
esta tarde y se apagó este día.
¡Todo mi amor!