lunes, 3 de diciembre de 2012

Mi cumpleaños...



Hoy es mi cumpleaños, el día del año que espero con más ganas, el que me pone más contenta y el día en que hago el recuento de lo aprendido el año que pasó.
Mis cuarenta años fueron increíbles, pero no porque la vida haya avanzado sin problemas ni contratiempos, sino porque aquellas dificultades me mostraron también otras cuestiones en mí, en los demás y en la lectura que hice de las situaciones. Esta cuestión es muy importante para mí, porque me descubrí en la capacidad de aceptar y tolerar demasiado desamor e indiferencia, solo porque no puse término a las situaciones; por no cerrarlas y creer, muy inconscientemente, que ya las había superado. Darme cuenta de esto no me hizo sentir orgullosa de mí, pero me dejó conmigo, en mí, habitándome sin peros.
Y así, mirar de frente a la manipulación y empezar a decirle no, fue un ejercicio bien al límite, pero ha sido muy liberador. Ahora estoy en rodaje, aprendiendo a no sobre reaccionar ni a sentirme obliga a resolver situaciones de otros. Es difícil para mí, que siempre he tenido corazón de súper heroína, pero de seguir así, creo que habría terminado más loca de lo que ya estoy.
En este proceso de mirar y enterarme de qué va la vida, me dolieron algunas constataciones: el amor es acción, presencia, cuidado y libertad. Y, aunque sea duro o remecedor, es necesario separarse de lo que uno imagina que es lo que vive para observar lo que en realidad estamos experimentando. Algo así como conectarse en serio, y en buena, con este aquí y ahora en el que construimos la vida que queremos. Yo estuve un poco disociada respecto de dos aspectos de mi vida y este año comencé a retomar mi rumbo, reencontrarme en estas bifurcaciones que tomé en la vida y recuperarme de ellas. Por eso este año me despedí de personas, deseándoles que su vida sea provechosa y que tengan la posibilidad de hacer los aprendizajes que les hagan falta para vivir felices. Por eso también abrí de nuevo el corazón para dejar entrar a nuev@s amig@s.
Y, por supuesto, como siempre la vida ha sido tan generosa conmigo, así como implacable cuando quiere que aprenda algo, este año cuarenta me ha dejado fulminada de amores y encuentros bellos. Encuentros con personas como Carmen, Ana María, Eduardo, Sergio, Claudio, Leonardo, Pablo, Rose, Leonor, Sebastián, Colomba, Juliana, Laurianne, Félix…; el reencuentro con otras Paloma, Manuela, Skarpisso, Cora, Constanza, Verónica, han sido tremendos regalos. Cada un@ me ha compartido algún sentido más amplio, una mirada distintas sobre el mundo, claridad y seguridad. Tod@s me han contado un secreto profundo que me hace sentido y se han quedado en mí habitándome con sus gestos, palabras y saberes.
Una especial mención se la debo a mi maravilloso cuerpecito, que a pesar de que lo olvido recurrentemente, él sigue sosteniendo a todos los planos que soy, unificándome y permitiéndome disfrutar de este viaje llamado Elisa. Cuando tuve el accidente en la bicicleta, específicamente mientras caía varios metros más allá del impacto, mi cuerpecito atento y generoso fue girando de a poquito y mis vértebras de separaron levemente permitiendo que el golpe sobre el pavimento no las fracturara… Así mismo, mi propio cuerpo se salvó de una lesión mayor y grave, para que solo sufriera un esguince cervical con buen pronóstico y buen tratamiento. Esta capacidad de ser otro, de modificarse, de ser flexible en medio de la adversidad, en la trayectoria que describe un impacto que te desestabiliza, esta capacidad de mi bello cuerpo nunca la había visto con tanta claridad. Entonces, es mi propio cuerpo el que me ha dado un lección importante: no importando las circunstancias difíciles que encuentres, siempre hay un movimiento que puedes hacer para no destruirte… y no hablo solo de salvar la vida, hablo de HONRARLA.
Ahorita estoy bien y tengo planes. Me debo un viaje –sí, otro- largo y de reflexión; y además, un viaje que vengo postergando hace cinco años… así es que lo enuncio para que suceda: mis cuarenta y uno serán el espacio de otro periplo por un territorio que es un crisol de culturas. Les prometo que les mandaré fotos en cuanto se concrete.
Este año decidí perdonar a los que me faltaron y ofendieron… y también perdonarme las faltas y sinsentidos. Quiero dejar de compartir mi vida con quienes me hacen daño, pero no quiero cargarlos para siempre dentro de mí deseándoles mal. Los despido con serenidad y para siempre.
A los que se quedan en mí, sepan que tienen a vuestra disposición lo nuevos planetas y sentidos que he  ido atesorando para que los compartamos todas las veces que quieran, las que sean necesarias, las que declaremos imprescindibles.
Un año cargado de vida a borbotones, conmigo en el centro de esta vida:
Esta es mi vida en serio, no es un ensayo para luego hacerlo bien… cada decisión que tomo es la versión definitiva, puesto que esta es la única que conoceré como Elisa, y no acepto nada menos que vivir como quiero.
No hay un día en que no extrañe a mi padre, José, y a mi bello hermanito, Marco, y este cumpleaños no es la excepción. Sepan que los he querido todos los días de mis cuarenta y que los he traído conmigo en todos los momentos y que siempre será así.

Y como es costumbre en mí, para celebrar necesito agradecer:

A mis errores y equivocaciones, por enseñarme sin concesiones.
A mis nuev@s amigos y amores.
A mis antiguos amigos y amores.
A mi creatividad y alegría.
A mi serenidad en los malos momentos.
A mi empatía.
A la compañía.
A los buenos y malos momentos.
Al perdón que libera.
A mis compañer@s de este viaje.


Muchas gracias!

Todo mi amor.


Elisa

martes, 27 de marzo de 2012

Por Daniel



Hoy la tristeza y el dolor se me han apozado en los ojos y están diluviando sin contención. Daniel Zamudio falleció a las 19:45 de hoy martes 27 de marzo de 2012, porque su cuerpo y energía vital no pudieron superar el daño de la brutal golpiza que recibió. Otros jóvenes lo golpearon por cerca de seis horas y luego lo dejaron abandonado a su suerte.
Y otra vez se me aparece el país de mi infancia: centros de detención clandestinos, persecuciones y abusos contra los que sentían, pensaban y soñaban distinto. Tod@s éramos enemig@s del control y el modo de vida que implantaron en nuestra sociedad. Tengo una imagen de mis siete y ocho años, marcada a fuego: un hombre es arrastrado inconsciente de un lado de la calle al otro por dos sujetos vestidos con terno y prominentes lentes oscuros. Dos niñas que regresaban a su casa del colegio se quedaron atónitas frente a la escena, hasta que uno de los guardias las amenazó. Una de esas niñas era yo.
En este territorio, como en todo el planeta, se mantiene y aviva el odio contra las expresiones humanas que no sean la uniformidad de un sistema que gobierna. En este punto no han sido diferentes ninguno de los modelos ideológicos que han gobernado en el planeta. La homosexualidad ha sido perseguida persistentemente, cobardemente, odiosamente e impunemente. Muchas son las personas que diciéndose progresistas o de mentalidad abierta, insisten en que “pueden existir, pero dentro de sus casas, sin que nadie los vea”, como si tuviéramos derechos a opinar sobre un tema tan personal como la sexualidad.
Muchas veces en la vida me he enfrentado a la intolerancia y a la persecución. Alguna vez un golpe de puño me cruzó la cara hasta desestabilizarme, pero mi inmenso amor propio y mi rabia impidieron que cayera al suelo.  
Hoy recuerdo esas –y muchas otras- escenas de mi vida y del registro histórico de este territorio que han dado en llamar Chile, y me aterra sentir y ver que algunos quistes de intolerancia crecen y se expanden sin resistencia en jóvenes algunos corazones.
¿Qué será aquello que nos impide ser felices y celebrar la felicidad de los otr@s?
¿Por qué nos cuesta tanto aprender de los errores en nuestra larga y accidentada historia humana?
¿Por qué heredamos nuestras trancas y miopías a los hijos e hijas que parimos con amor?
¿Por qué la diferencia, despierta tanto miedo y rechazo en algunos?
Yo, que siempre hermano mi corazón con los bordes, que escuchaba hablar a los insectos dentro de la pachamamita, que siempre quise volar con alas y no pude, que besé apasionadamente a una hermosa amiga para darme cuenta que no podría amarla como ella quería y se merecía, que he aprendido a pedir disculpas por mis equivocaciones, que he defendido mis convicciones hasta límites que no imaginé nunca; siempre he actuado movida por amor y mi corazón se estruja cuando la realidad de muestra que todavía nos queda mucho por hacer.
… Y la verdad es que estos pajaritos con el alita rota, como decía Pedro Lemebel en una de sus antiguas crónicas, seguirán naciendo entre los pobres, entre los muertos de hambre, en medio de la opulencia, entre los capitalistas, entre los proletarios, entre los subversivos, entre los ecologistas, los deportistas, los holistas y los lineales… Seguirán naciendo y siendo lo que son, sin respeto al status quo que dicta otra norma de comportamiento social, sin poder decidir sobre lo que son desde siempre… nacerán para dar cuenta de la regularidad de que todas las especies tienen un porcentaje de individuos que definen una sexualidad distinta al resto. Nacerán para decirnos que siguen siendo aunque los neguemos o queramos desaparecerlos.
Tengo pena y rabia  por lo que pasó, por no hacer colectivamente lo suficiente para cambiar este mundo por otro más armónico y generoso… Seguiré poniendo mi amor en este empeño, empujaré para que vivamos de otra manera, porque me parece que nadie debe morir por su diferencia.
Daniel sopló su vela esta tarde y se apagó este día.
¡Todo mi amor!

jueves, 8 de marzo de 2012

Yo mujeranga



El mundo, como estructura social, está organizado considerando que se nos debe pagar el 30% menos que a un hombre por la misma labor realizada, que nos prohíban el aborto y declaren que nuestros úteros pertenecen a la sociedad no a nosotras, que nos "permitan" trabajar pero sin garantizar legalmente la protección a las madres trabajadoras -que en muchos casos deben cargar con sus hijos en inseguras vías de transporte y en condiciones climáticas difíciles-, que nos cuestionen cuando ejercemos nuestro derecho al placer, que nos motejen cuando somos madres solteras, que nos ridiculizen si nos equivocamos en un espacio público y un largo etcétera que no me cabe en este espacio, pero que vivo en cada detalle cotidiano de mi vida de mujeranga.   
No hablo de los malditos hombres que nos hacen esto, sino de un sistema globalizado de creencias y dogmas que nos posiciona como sujetos subalternos. Un sistema que se mantiene en la práctica y decisión de muchos hombres y mujeres que cada día subrayan esta inequidad, y que para no morir del todo ha aceptado algunas modificaciones cosméticas que nunca -repito nunca- resuelven el problema de fondo.
Mi trinchera es el amor. Por amor estoy aprendiendo a vivir en complementariedad con todo mi entorno, asumiendo que soy parte de un todo mayor, complejo y nutritivo, que prodiga generosamente lo que necesito para vivir.
Amo profundamente a un hombre que acepta estar en un proceso de crecimiento y con el que hemos construido la relación que queremos, muy alejada de las consideraciones o sanciones sociales, muy conectada con los procesos y momentos de una historia común que ya tiene diez y ocho años de trayectoria. Una historia compartida en las celebraciones y conflictos, en la complejidad de seguir entendiendo que no somos una sola vida vivida, sino dos vidas que construyen un camino en el que avanzar y crecer, con la oportunidad de seguir teniendo vuelos y búsquedas propias, apoyadas y respetadas por el otr@. Años de vida común que también se van haciendo en los bordes y límites, en la práctica activa de la tolerancia y el cuidado mutuos.
Amo también a las mujeres que me rodean, las reconozco como mis hermanas, las acompaño y apoyo en sus devaneos y búsquedas, celebro sus concreciones y felicidades. No repito la sanción social que cae sobre ellas –sobre mí también- ni las condeno. Estoy aprendiendo a discrepar con ellas, sin utilizar argumentos que la sociedad patriarcal ha institucionalizado como verdades dogmáticas… Y las encuentro hermosas sin compararlas con la imagen que la publicidad nos ha construido para la belleza femenina.
¡Soy mujer, hombre y naturaleza! No me interesa dar con el modelo de rol asignado a mi vagina ni le permito a nadie decirme hasta cuando debo jadear. Mi cuerpo y sensibilidad están unidos a la energía profunda de la Tierra y el Universo.
Me reconozco un eslabón de una cadena cósmicamente antigua, trenzada de intentos y seres soñando/haciendo. Yo misma ensayo empeños en este tejido colectivo que está hecho de mujeres y hombres maravillosos. Una nueva sociedad nos convoca a hacer una transformación profunda sobre la valoración personal y sobre aquella que hacemos de los otros, pero sobre todo nos llama a accionar de una manera transformadora, en la que esta inequidad histórica -entre otras-  deje de existir para siempre.
Un abrazo lleno de amor y placer para tod@s aquellos que mueven y promueven el cambio por una sociedad distinta, una nueva sociedad.
¡Salud!