Hoy es mi cumpleaños,
el día del año que espero con más ganas, el que me pone más contenta y el día
en que hago el recuento de lo aprendido el año que pasó.
Mis cuarenta años
fueron increíbles, pero no porque la vida haya avanzado sin problemas ni
contratiempos, sino porque aquellas dificultades me mostraron también otras
cuestiones en mí, en los demás y en la lectura que hice de las situaciones.
Esta cuestión es muy importante para mí, porque me descubrí en la capacidad de
aceptar y tolerar demasiado desamor e indiferencia, solo porque no puse término
a las situaciones; por no cerrarlas y creer, muy inconscientemente, que ya las
había superado. Darme cuenta de esto no me hizo sentir orgullosa de mí, pero me
dejó conmigo, en mí, habitándome sin peros.
Y así, mirar de
frente a la manipulación y empezar a decirle no, fue un ejercicio bien al
límite, pero ha sido muy liberador. Ahora estoy en rodaje, aprendiendo a no
sobre reaccionar ni a sentirme obliga a resolver situaciones de otros. Es
difícil para mí, que siempre he tenido corazón de súper heroína, pero de seguir
así, creo que habría terminado más loca de lo que ya estoy.
En este proceso de
mirar y enterarme de qué va la vida, me dolieron algunas constataciones: el
amor es acción, presencia, cuidado y libertad. Y, aunque sea duro o remecedor,
es necesario separarse de lo que uno imagina que es lo que vive para observar
lo que en realidad estamos experimentando. Algo así como conectarse en serio, y
en buena, con este aquí y ahora en el que construimos la vida que queremos. Yo
estuve un poco disociada respecto de dos aspectos de mi vida y este año comencé
a retomar mi rumbo, reencontrarme en estas bifurcaciones que tomé en la vida y
recuperarme de ellas. Por eso este año me despedí de personas, deseándoles que
su vida sea provechosa y que tengan la posibilidad de hacer los aprendizajes
que les hagan falta para vivir felices. Por eso también abrí de nuevo el
corazón para dejar entrar a nuev@s amig@s.
Y, por supuesto, como
siempre la vida ha sido tan generosa conmigo, así como implacable cuando quiere
que aprenda algo, este año cuarenta me ha dejado fulminada de amores y
encuentros bellos. Encuentros con personas como Carmen, Ana María, Eduardo,
Sergio, Claudio, Leonardo, Pablo, Rose, Leonor, Sebastián, Colomba, Juliana,
Laurianne, Félix…; el reencuentro con otras Paloma, Manuela, Skarpisso, Cora,
Constanza, Verónica, han sido tremendos regalos. Cada un@ me ha compartido
algún sentido más amplio, una mirada distintas sobre el mundo, claridad y seguridad.
Tod@s me han contado un secreto profundo que me hace sentido y se han quedado
en mí habitándome con sus gestos, palabras y saberes.
Una especial mención
se la debo a mi maravilloso cuerpecito, que a pesar de que lo olvido
recurrentemente, él sigue sosteniendo a todos los planos que soy, unificándome
y permitiéndome disfrutar de este viaje llamado Elisa. Cuando tuve el accidente
en la bicicleta, específicamente mientras caía varios metros más allá del
impacto, mi cuerpecito atento y generoso fue girando de a poquito y mis
vértebras de separaron levemente permitiendo que el golpe sobre el pavimento no
las fracturara… Así mismo, mi propio cuerpo se salvó de una lesión mayor y
grave, para que solo sufriera un esguince cervical con buen pronóstico y buen tratamiento.
Esta capacidad de ser otro, de modificarse, de ser flexible en medio de la
adversidad, en la trayectoria que describe un impacto que te desestabiliza,
esta capacidad de mi bello cuerpo nunca la había visto con tanta claridad.
Entonces, es mi propio cuerpo el que me ha dado un lección importante: no
importando las circunstancias difíciles que encuentres, siempre hay un movimiento
que puedes hacer para no destruirte… y no hablo solo de salvar la vida, hablo
de HONRARLA.
Ahorita estoy bien y
tengo planes. Me debo un viaje –sí, otro- largo y de reflexión; y además, un viaje
que vengo postergando hace cinco años… así es que lo enuncio para que suceda:
mis cuarenta y uno serán el espacio de otro periplo por un territorio que es un
crisol de culturas. Les prometo que les mandaré fotos en cuanto se concrete.
Este año decidí
perdonar a los que me faltaron y ofendieron… y también perdonarme las faltas y
sinsentidos. Quiero dejar de compartir mi vida con quienes me hacen daño, pero
no quiero cargarlos para siempre dentro de mí deseándoles mal. Los despido con serenidad
y para siempre.
A los que se quedan
en mí, sepan que tienen a vuestra disposición lo nuevos planetas y sentidos que
he ido atesorando para que los
compartamos todas las veces que quieran, las que sean necesarias, las que
declaremos imprescindibles.
Un año cargado de
vida a borbotones, conmigo en el centro de esta vida:
Esta es mi vida en
serio, no es un ensayo para luego hacerlo bien… cada decisión que tomo es la
versión definitiva, puesto que esta es la única que conoceré como Elisa, y no
acepto nada menos que vivir como quiero.
No hay un día en que
no extrañe a mi padre, José, y a mi bello hermanito, Marco, y este cumpleaños
no es la excepción. Sepan que los he querido todos los días de mis cuarenta y que
los he traído conmigo en todos los momentos y que siempre será así.
Y como es costumbre
en mí, para celebrar necesito agradecer:
A mis errores y
equivocaciones, por enseñarme sin concesiones.
A mis nuev@s amigos y
amores.
A mis antiguos amigos
y amores.
A mi creatividad y
alegría.
A mi serenidad en los
malos momentos.
A mi empatía.
A la compañía.
A los buenos y malos
momentos.
Al perdón que libera.
A mis compañer@s de
este viaje.
Muchas gracias!
Todo mi amor.
Elisa
No hay comentarios:
Publicar un comentario